lunes, 23 de abril de 2018

Marie Corelli y sus historias ocultas


Marie Corelli y sus historias ocultas
Jessica Amanda Salmonson
Hubo un tiempo en que Marie Corelli era la autora más leída que había en Inglaterra. Las calumnias contra ella y su talento que poblaban los periódicos raramente disminuían las ventas: al revés, normalmente las elevaban, lo que acarreaba mayor castigo por parte de la prensa, también severa con su público por su «mal gusto». En mi opinión, sería necesario elogiar a todos estos lectores por no dejarse llevar por una prensa autocomplaciente y abandonar a una autora que no podía ser tan mala si había captado una atención tan generalizada.
Marie se dio cuenta rápidamente de la fuerza de las críticas, aunque del mismo modo supo sentirse alagada por sus seguidores. En realidad fueron muchos los que la quisieron: sus rasgos eran encantadores y admirables para los que estaban cerca de ella, sólo los periodistas, juzgándola desde la distancia, se dedicaban a calumniarla. Arthur H. Lawrence se reunió con Marie y Bertha en diversas ocasiones en 1898 mientras trabajaba en una entrevista para The Strand y tras estos encuentros la describió como «la dulzura personificada»; además dijo sentirse desarmado (impresionado?) por su «veracidad y sinceridad, su encanto personal y la auténtica gracia femenina de cada uno de sus movimientos».
Entre los que disfrutaron de su amistad, es importante mencionar a Sir Henry Irving, Lily Langtree, Ellen Terry, Sarah Bernhardt, Beerbohm Tree, Alice Meynall, George Meredith, Ella Wheeler Wilcox, Frank Harris, Robert Hichens, Alfred Noyes, Algernon Swinburne y a su compañero Theodore Watts; además estaban los hermanos A. C. Benson y R. H. ("Hugh") Benson, escritores empedernidos de historias de fantasmas. Gladstone, muy ansioso por comprobar por sus propios medios quién era la persona que «podía escribir con tanto coraje y estilo», se atrevió incluso a visitarla sin anunciarse previamente. De mismo modo, Lord Randolph Churchill fue uno de sus defensores, y Winston Churchill le envió una nota elogiando sus cualidades oratorias después de que ella rebatiera sus opiniones en el Club «White Friars». La Reina Victoria coleccionaba con gusto sus historias, al igual que Eduardo VII y la Reina Alexandra; también el Príncipe de Gales (posteriormente Gorge V) la admiraba y ella pudo presumir en muchas ocasiones de las invitaciones a cenar que él le dirigía, y cuantiosos miembros de familias reales de otros países dijeron sentirse interesados por su trabajo.
A pesar de sus virtudes, tenía la desafortunada habilidad de alejar incluso a algunos de los que más la valoraban: por ejemplo, a Hugh Benson que durante un tiempo acostumbraba pasar mucho tiempo en la Mansión Croft, a donde iba con algún amigo con quien divertirse en sus inmensos jardines de cinco acres. De lo que escribió sobre Marie, y a pesar de hacerlo muchos años después de ese tiempo, se destila claramente un gran odio acumulado. Benson había sido pastor Anglicano durante un tiempo, pero después se había convertido al Catolicismo, y parece ser que, al contrario de lo que decían algunos (que juzgaran a Marie «ampliamente tolerante con todos los credos»), ella había resultado ofensivamente anticatólica por lo que había despertado en él un gran rencor.
Esto se hacía especialmente notorio con aquellos que desde el primer momento la rechazaron: nunca se cuidó de ofrecerles nuevas oportunidades de acrecentar su desprecio. Consideró enemigos suyos, a parte de los críticos en general, aHall Caine que se auto-condenó mintiéndole, a Grant Allen que en The Spectator la llamó «mujer de talento deplorable que creyó ser un genio y fue aceptada por el público como tal porque dio a sus lugares comunes, sentimentalismos y prejuicios escenarios glamorosos»; a Jane Agate que la representó como combinación de «la imaginación de Poe, el estilo de Ouida y la mentalidad de una niñera», y también a Edmund Grosse que de modo rencoroso y despreciable se jactó bromeando a su costa. En estos casos había algo específico que despertaba la indignación de Marie, quien siempre se sentía como si hubiera tenido suficiente. De manera que para evitar confrontaciones eran los demás los que tenían que aplacar sus ánimos la mayoría de las veces. Su batalla con Hall Caine, por ejemplo, empezó antes incluso de que su carrera empezara a despegar: él fue el encargado de la primera lectura de su primera novela, A Romance of Two Worlds, antes de su publicación. La rechazó de plano. Cuado George Bentley (el editor) vio el juicio negativo, dudó de las perspectivas comerciales de la novela, y le devolvió a Marie el manuscrito. Después de esto, Caine se encontró con Marie por primera vez cuando ella había adquirido ya un gran prestigio, de forma que fingió haberla defendido ante Bentley. Si hubiera sido un poco más políticamente correcta o hubiera tenido una visión más estratégica, habría dejado pasar sus mentiras para ganar su apoyo aunque fuera tardío; en cambio le castigó de manera pública y privada anclando los cimientos de un duradero odio mutuo.
Marie era homosexual. Es necesario decirlo de manera rotunda y así suplir el estudio insuficiente que se ha hecho de la historia de gays y lesbianas, y el modo ampliamente generalizado en que biógrafos e historiadores del pasado han intentado sumergirla y negarla. Marie se confesó muchas veces androfóbica, diciendo sentir «un odio y disgusto tales hacia la parte masculina de nuestra especie, que si un hombre la tocaba, sólo por accidente, sentía un profundo malestar que duraba varios días». Una broma decía que el único hombre a quien habría sido capaz de amar habría sido Beethoven, y sólo porque «tenía la gran ventaja de estar muerto».
Por tanto, cuando la inspiración la levó a escribir el poema de amor «To a Vision» (A una visión), describió su objeto de deseo como un ser reservado que se acerca «en la oscuridad de la noche» con pasos gentiles trayendo besos ingenuos, fragancias florales y caricias, pero evitando cualquier alusión clara de género, excepto una alusión final al seno maternal. Un poema anterior incluido en el tejido de A Romance of Two Worlds habla de la amargura que produce el desdén majestuoso de su amada, concluyendo dramáticamente con «�Te amo!�Me atrevo a amarte!»
La destinataria de esas exclamaciones era Bertha Vyver, compañera de Marie desde su juventud que había atestiguado cada suceso y cada derrota en su carrera. Las dos convivieron desde 1878, cuando Ber tenía 24 años, y Marie era aún menor; por eso para Bertha, Marie fue siempre «la pequeñaja» o «mi pequeñaja», o más tarde «la autora más pequeñaja del mundo». A pesar de darse generalmente apoyo mutuo, Bertha siempre creyó que su pequeñita era un angelito con constante necesidad de afecto. Marie llamaba a Bertha «mamasita» en sus primeros años en Fern Dell, y también más tarde en Longridge Road, Kensington; luego siempre fue «mi querida Ber» o «queridísima Ber». El reverendo William Stuart Scott la describió como «un gran almohadón acolchado sobre el que Marie podía apoyar su cabeza». Scott, que conoció a ambas extremadamente bien, es el único que habla del tema francamente y sin lugar a críticas, diciendo que su amor estaba «seguramente en el mismo nivel que el de Damon y Pitias, o David y Jonathan».
En algunas ocasiones, Marie fue criticada por las opiniones extraordinariamente duras con las que respondía siempre que le preguntaban por qué no se había casado nunca; pero si se lee entre líneas se puede entrever en su actitud incisiva ante el matrimonio heterosexual estereotípico una defensa velada, incluso cierta sacralización, hacia su propia relación y estilo de vida. «El matrimonio no es la Iglesia, el ritual, la bendición de los clérigos ni la ratificación y aceptación de familiares y amigos. Nada más que el amor verdadero puede hacer del matrimonio una cosa absolutamente sagrada.», dijo.
Es una pena que Marie no se afiliara en ninguna medida al movimiento por los derechos de los homosexuales que tenía entre sus filas, entre otros, a la escritora de historias de fantasmas e intelectual Vernon Lee y, como teórico, a Edward Carpenter. Por el contrario, en un ensayo para (la revista) Lady's Realm enumeró las cosas que más odiaba y entre ellas incluyó a «Los «nuevos poetas» que se rizan el pelo con tenacillas» (aludiendo a los dandis, tan numerosos entre los años 90 del siglo XIX hasta la Primera Guerra Mundial, donde muchos de estos murieron heroicamente), y «las mujeres ciclistas, o en general de aspecto masculino», lo que en realidad puede significar simplemente que ella prefería mujeres dulces y maternales como Bertha. Por otro lado, es posible que se tratara sólo de una crítica absurda, o de una sincera defensa de una vivencia de la homosexualidad discreta y apropiada a los estándares sociales de género como la suya, y por eso juzgara altamente impropio que los chicos gays se moldearan el pelo en vez de perseguir un ideal de belleza atlética, y que del mismo modo juzgara que las jóvenes lesbianas intentaran moldear su cuerpo con ejercicio en vez de arreglarse el pelo.
Marie y «su querida Ber» compraron la Mason Croft, una destartalada mansión estilo Tudor, y la restauraron y devolvieron a la gloria. En la sala de música Marie hizo construir una chimenea con una gran roca sobre el manto en la que estaban grabadas de una manera muy elaborada las iniciales de Bertha Vyver y las suyas propias. La casa entera era una expresión pura de su amor, y si hubieran grabado sus iniciales dentro de un corazón en el tronco de un árbol de Kensington Park no habría sido una confesión más clara del orgullo que sentían por el amor que las unía. A pesar de todo, Eileen Bigland en Marie Corelli: The Woman and the Legend se obstina a decir que el amor de Marie y Bertha no era verdadero amor, sino simple pasión erótica; y sugiere una que el verdadero amor de Marie fue su hermano Eric. No existe ninguna fuente fiable que respalde estas afirmaciones, sólo una broma maliciosa que le dedicó Edmund Gosse a Marie, a quien odiaba profundamente por tener un ego tan grande como el suyo.
Sobre su obra no ha llegado hasta nuestros días ningún estudio serio y amplio que pueda servir de antídoto contra la gran cantidad de biografías escritas en tono condenatorio que hay en circulación. Cuando Marie escribía, la mayor parte de las veces a mano y desde la pequeña torre que daba al jardín, pretendía dejar para el futuro algo de una belleza genuina aunque espeluznante. Algunos críticos, especialmente Rebecca West y Leonard Woolf han defendido su trabajo por su propio valor: Henry Miller dijo que su trabajo era «extraordinario, cautivador», que la autora tenía «un tremendo coraje e imaginación,» clamó por una revaloración seria de su imaginativa destreza en la narración y dijo que «tenía un don para los retratos, las descripciones ambientales y las magníficas caracterizaciones, y una gran habilidad para mantener al lector siempre en suspenso. A pesar de que se acostumbra a hablar de ella con desprecio y sorna, personalmente encuentro su trabajo siempre fascinante y conmovedor».
En esos tiempos en que dominaban las creencias Teosóficas e incluso las personas de cierta educación y estatus social creían hasta lo más sorprendenteny los pueblos más pequeños necesitaban Sociedades de Investigación Psíquica o contaban con una capilla de la Iglesia Swedenborgian, las novelas oscuras de Marie no se adhirieron al gusto popular. Ella tenía sus propias ideas excéntricas y se atenía a ellas. Probablemente esto fue muy positivo porque nos permite tener acceso directo a sus fantasías sin que estas se vean contaminadas por quimeras religiosas y modas pasajeras comunes. Sus novelas son genuinamente excéntricas a pesar de estar dentro de un marco general de excentricidad. En aquellos días, gran cantidad de novelistas teosóficos pregonaban sus ideas pero ni media docena de ellos tuvo ese atractivo peculiar que tenía Marie. Después de Bulwer Lytton, ella fue la única de su clase que encandiló a algo semejante a una audiencia amplia en el sentido que tiene la expresión hoy en día.
Su estilo y filosofía eran decadentistas y complejos, aunque al mismo tiempo, en ciertos aspectos, en el último decadentismo las construcciones morales de libros estaban en oposición directa a la deconstrucción moral de «la década amarilla de los noventa» [the Yellow Nineties]. Usó como base las elevadas teorías reinantes sobre el alma (tan sentimentalmente caóticas como todas las historias de amor teosóficas) y les añadió ingredientes brutalmente cínicos y heréticos, poniendo todo esto dentro de un contexto de fe ocultista. Por otro lado intentó reformar la cultura cristiana con mucha audacia: sus versiones de historias bíblicas como la Crucifixión o Barrabás alarmaron a su editor, Mr Benltey de tal modo que rechazó los textos con la excusa de que temía su efecto en el ideario colectivo. En su derecho, Marie presentó el libro a otro editor, y es así como Barrabbas se convirtió en uno de sus mayores éxitos a nivel internacional, y el principio de la trilogía destinada a narrar la Historia de la Cristiandad y del Mal ajustándose a las creencias fantasmagóricas de Marie.
En The Sorrows of Satan, la primera secuela de Barrabbas hay un acercamiento místico subliminal a la glorificación de Satán, que es equiparado a un aventurero moderno incomprendido. The Sorrows rompió todos los récords de venta de la historia de Gran Bretaña, convirtiendo a la autora en la más vendida hasta ese momento; pero la historia disgustó a los críticos más de lo habitual, pues muchos creían que demostraba una excesiva simpatía por el demonio. The Master-Christian fue la guinda de la trilogía; su retrato del Niño Jesús como un pilluelo callejero, viajero en el tiempo y decepcionado del mundo Victoriano lo convirtió en un libro de mayor éxito, con la premisa que esto implicaba, humorístico sin perder el halo de misterio que los lectores contemporáneos de The Sorrows of Satan sin duda buscaban.
En cualquier caso, la extravagancia y entusiasmo de sus obras hicieron de ella una escritora absolutamente original, con la misma fama que Vathek otorgó a William Beckford. Su novela más extraña y más barroca, Ardath fue descrita como «un sueño magnífico» por George Bentley, y constituyó una de las fuentes de inspiración más importantes para crear el mundo imaginario de las viñetas de Lord Dunsany. El héroe, enamorado de un ángel celestial pero indigno de unión con ella decide viajar 7.000 años atrás en el tiempo a un mundo absolutamente fantástico, sometiéndose a varias metamorfosis en el camino. El libro fue comparado inmediatamente con Vathek, la piedra Roseta de la fantasía arabesca. La misma autora prefería Ardath a muchos otros de sus libros, aunque era consciente de que no había tenido un gran éxito en ventas; por su parte, Mr. Bentley opinó que estaba por encima de las capacidades del gran público.
Un poco menos barroca es su primera novela A Romance of Two Worlds para la que Ardath sirve como secuela, y que incluye rasgos de ensueño mágico, hipnotismo, y varios mundos mentales creados por el opio. La heroína, una mujer hecha pedazos y cansada de la vida es rejuvenecida por medios eléctricos por el maestro caldeo Heliobas, y decide emprender una viaje en busca del significado de la vida que acaba convirtiéndose en un viaje cósmico en el que asume la forma de una proyección astral y es guiada por un ángel. Viaja de este modo a un Saturno Utópico, a un Júpiter extrañísimo desde el punto de vista tecnológico y al centro del universo, lugar de la creación, donde reside Dios en forma de electricidad. Por la forma en que combina un punto de vista científico tan particular con cierto espiritualismo fue una de las novelas más influyentes de este período, sólo superada por She, de H. Rider Haggard.
The Soul of Lilith completa la «trilogía de Heliobas», que incluye también las dos novelas recientemente vistas. Es una buena reelaboración del tema de Fausto, al que se añaden ciertos elementos de Pigmalión (si no de Frankenstein): un hechicero liga el alma de una chica a su cuerpo cuando ésta está a punto de morir, y así crea un ser del que no puede evitar enamorarse a pesar de los reiterados avisos y prohibiciones del sabio Heliobas.
Corelli se ganó así el sobrenombre de «la Haggard femenina», y es probable que muchos de sus lectores, especialmente las mujeres jóvenes, buscasen en sus novelas el mismo tipo de emoción que muchos chicos obtenían de Las minas del Rey Salomón. Además es una coincidencia interesante que Rider Haggard, Rudyard Kipling, Arthur T. Quiller-Couch, Arthur Conan Doyle y la misma Marie vivieran sus primeros gran éxitos en el aniversario de la Reina Victoria (1887) o en fechas próximas, y fueran en su mayoría autores de una fantasía tendente a la uniformidad. Por otro lado, Marie admiraba el trabajo de Haggard de un modo especial, e incorporó en su obra el tema favorito de él, el de «La raza perdida»; en una de sus últimas novelas, The Secret Power, presenta una ciudad oculta poblada por inmortales que la intrépida protagonista descubre en el desierto, en Egipto. Por otro lado, algunos pasajes de Ziska recrean algunas de las historias de Allan Quatermain y «Ella». Además, Marie le escribía a menudo a Rider y le pedía que la visitara algún día en la Mansión Croft. �l por su parte, cuando leyó Ardath, le dijo que creía que »su talento e imaginación eran realmente poco comunes».
El resto de su trabajo es variable en cuanto a su interés. Su primer editor, Mr. Bentley comparó Vendetta!, su segunda novela, con el trabajo de Bulwer Lytton (el más importante de los autores oscuros de la época Victoriana). George Augustus Sala la elogió por la fuerza narrativa y el goticismo brutal con que retrataba un entierro prematuro en la Nápoles atacada por el cólera de 1884, que habría de ser un campo de cultivo para una terrible ansia de venganza. Wormwood, la siguiente, se acerca más a lo gótico que a lo sobrenatural, y está salpicada de visiones alucinadas efecto del uso de drogas. Perteneciendo a la época de acercamiento de Marie al movimiento a favor de la templanza, criticaba los círculos bohemios de París por su consumo de absenta (N.deT: bebida alcohólica muy en voga). Su publicación animó a los líderes del movimiento de la templanza, y contribuyó a que se promulgaran leyes particularmente rígidas contra el consumo de alcohol, especialmente en Suiza.
Una de sus mejores historias fantásticas es «Ziska», una elegante narración donde se dan cabida elementos de horror erótico, transmigración de almas, reencarnación de espíritus provenientes del Antiguo Egipto, y un impresionante clímax que tiene lugar en una cámara secreta en el subsuelo de una de las pirámides. Con The Young Diana desarrolló el tema de la Eterna Juventud. Se trata de una extraña aventura pseudo-científica, protagonizada por una clásica femme fatale, donde reelaboró el tema de Frankentein, en que los esfuerzos por regenerar la juventud acaban en inmortalidad monstruosa y privada de humanidad. El lado negativo fue que era estilísticamente peor en términos comparativos que el resto de su producción. The Life Everlasting incluye también el tema de la inmortalidad, y está llena de visiones y reencarnaciones monstruosas. Marie la concibió como continuación de A Romance of Two Worlds y en ella extendió sus teorías sobre la electricidad del Radio y la radioactividad: a menudo introducía elementos de ciencia ficción en sus historias (lo hizo de modo notable en A Romance of Two WorldsYoung Diana y The Secret Power); de hecho, se hizo proverbial que, del mismo modo que se dice que Julio Verne predijo invenciones futuras, para muchos A Romance of Two Worlds predijo la telegrafía sin cables y los rayos X. Por eso, y como constatación última de sus virtudes proféticas, en los primeros años de la era de la televisión (Marie estaba ya muerta pero aún muy presente en la memoria colectiva), «la tele» era conocida en Cockney como «la Marie».
Las líneas narrativas de sus novelas son en general bastante complicadas, y a veces requiere tiempo y esfuerzo desenredarlas; en cambio, en algunas de sus obras breves hace un esfuerzo considerable por restringir al máximo los elementos. Por ejemplo, "The Lady with the Carnations", la mejor de las historias breves incluidas en Cameos, es una gran historia de fantasmas en la que consigue dejar de lado sus habituales excesos estilísticos. De sus escritos fantásticos y heréticamente religiosos, "The Devil's Motor" (que Brian Stableford definió como «fervientemente excéntrico») aún hoy es capaz de emocionar al lector. Originalmente formaba parte de A Christmas Greeting una colección elegantemente encuadernada, pero bastante pobre, de poemas, ensayos, historias a incluso una canción. Años después de su primera publicación, "The Devil's Motor" fue reeditado como un delgado libro-regalo de 45 páginas, ilustrado de un modo muy llamativo. Se editaron unas 5.000 copias, hoy en día muy difíciles de encontrar. También importante, dentro de las historias fantásticas de A Christmas Greeting es "The Ghost in the Sedan-Chair", una ligera y festiva historia de fantasmas navideña.
Al igual que "The Devil's Motor", The Strange Visitation of Josiah McNasonfue editado como pequeño libro-regalo ilustrado, publicado en 1904 como suplemento de «The Strand Magazine». Se trata de una historia muy imaginativa, si se deja de lado sus evidentes similitudes con la obra de Dickens («Cuento de Navidad»). Una recopilación sucesiva, Delicia and Other Stories incluía una reedición de "The Ghost in the Sedan-Chair", a la que se añadía una nueva obra alegórica, "The Despised Angel.", tras esta, su última colección fue The Love of Long Ago que contiene entre otras historias sobrenaturales, uno de sus mejores cuentos, "The Sculpture's Angel» que, con su protagonista (un escultor místico) y su atmósfera, retrato de la decadencia de la elegancia bohemia, es un excelente ejemplo de la extravagante novela decadentista, tanto en estilo como en temáticas; funciona además prácticamente como coda de A Romance of Two Worlds ya que en ésta parece un pintor místico.

La ilustración de Marie en su góndola es un detalle de una postal que se distribuía sin su permiso a los turistas que pasaban por la mansión Croft.
Marie Corelli murió el 21 de abril de 1924. Antes de morir presintió que el final estaba cerca, y tuvo tiempo de mandar a la enfermera que cuidaba de ella a buscar a Bertha, pero era tarde y la enfermera, que no creyó que Marie estuviera tan cerca del final, no quiso despertarla. Bertha dijo: «Marie no puedo tener consuelo. Pasó toda la noche sentada en su silla, implorando con lágrimas en los ojos que fueran a buscarme, pero la enfermera, sin entender lo profunda que era nuestra relación, no quiso hacerle caso. La mañana siguiente se fue sin haber podido verme o sentir el tacto de mi mano por última vez.»
Bertha murió algún tiempo después, en 1942, y fue enterrada al lado de «su pequeñaja» Marie Corelli, en el cementerio de Stratford en la Evesham Road. La Mansión Croft fue finalmente vendida por falta de fondos a pesar de los heroicos esfuerzos de Bertha por preservar el «santuario» como Marie habría querido. Anticuarios avariciosos y admiradores sinceros (que querían conseguir y conservar algún recuerdo de la autora) protagonizaron una subasta masiva de sus propiedades: la carreta tirada por un pony, que había sido particularmente amada por Marie, y que ésta había conducido a menudo por la ciudad, fue a parar a manos de una compañía de teatro que la utilizó para escenificar una pantomima en Londres; y su góndola, «el Sueño» se vendió por 57 guineas.
Viendo que muchas de las novelas de Corelli se seguían publicando en ediciones modernas, Henry Miller predijo que habría un verdadero redescubrimiento de dicha obra: «Si se releen sus obras, es muy probable que la autora sea condenada y demonizada más descarnadamente si cabe de lo que lo fue en vida. La obra de Marie Corelli sólo puede generar dos reacciones: total adición u odio acérrimo». Lo único que me atrevo a opinar sobre el tema es que cualquier librería o colección seria de literatura sobrenatural debe incluir, como mínimo Romance of Two Worlds, Ardath, The Soul of Lilith, The Sorrows of Satan, Ziska y sus cuentos cortos. Todo ello, visto en conjunto representa de modo suficiente su mejor trabajo.

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